Fotografías: Bernardo Sabisky
La sorpresa en la ruta a Pampa de la Viuda con un cartel que contaba una historia
Mientras me adentraba en el corazón de Argentina, un paisaje de contrastes se desplegaba ante mis ojos. La ruta desde la ciudad de La Rioja hacia Pampa de la Viuda es un lienzo de naturaleza y silencio, donde cada curva revela una nueva maravilla. Pero en esta ocasión, mi asombro no vino dado por la majestuosidad de las montañas ni por el vasto cielo azul, sino por un objeto inanimado que parecía gritar historias de un pasado salvaje: un cartel indicativo, solitario y misterioso, lleno de agujeros de bala.
¡Qué visión tan inesperada! En medio de la nada, este testigo mudo de tiempos turbulentos se erigía como un recordatorio de que, incluso en los lugares más remotos, hay ecos de historias humanas. Me pregunté qué habría motivado tal despliegue de balística en un lugar tan pacífico. ¿Sería el resultado de alguna celebración local, un acto de rebeldía juvenil o las huellas de un conflicto olvidado?
Lo cierto es que este cartel, acribillado y resistente, me hizo reflexionar sobre la dualidad de nuestra existencia. Aquí estaba yo, un viajero en busca de belleza y tranquilidad, encontrándome con un símbolo de violencia en uno de los parajes más serenos que uno podría imaginar.
Con una mezcla de asombro y una pizca de melancolía, continué mi viaje, llevándome conmigo la imagen de ese cartel perforado, como un recordatorio de que, en el viaje de la vida, la belleza y la sorpresa se encuentran a menudo en los lugares más inesperados.